La vid y el vino, Raíces, Cultura y Alimento*

*Por Luis Pablo Conalbi Peña y Lillo


La Vid y el vino, nos ofrecen un maravilloso aporte histórico-cultural que nos permite dar cuenta y acreditar los factores que incidieron en una identidad que hoy distingue a una provincia como Mendoza y la impulsa al desarrollo y a pelear por un lugar en este mundo globalizado.

Aprendí a venerar la vid, admirando desde muy chico su rol generoso en la prosperidad

Material, y en la evolución social de Mendoza, a la cual estoy enraizado. Lo único que tenia para dar era sol, un suelo sin igual y caudal de agua cristalina bajando de los Andes, desarrollándola sana para producir en cantidad y calidad optima. Por lo demás la sabemos profundamente arraigada en el corazón de los mendocinos, por que simboliza sus esperanzas y el patrimonio del bienestar común, brindando la posibilidad de mostrarla a la admiración de los de acá y el resto del mundo.

Estas cepas, que dieron origen a esta actividad, luego convertida en industria, fueron traídas por los españoles. Llegando al Virreinato del Perú, y luego pasando por la Capitanía General de Chile, se arraigan en Mendoza. A estas, se las conoce como criollas y fueron ellas las que por siglos rebalsaron los lagares mendocinos con su abundante producción, e hicieron paulatinamente de Mendoza una zona vitivinícola por excelencia.

Puede afirmarse que los primeros viñedos mendocinos se formaron a la vera de los conventos y que en la vecindad de sus claustros solariegos, nacieron las primeras bodegas y destilerías. Fueron sus principales precursores los clérigos, el elenco más ilustrado de la colonización.

La vida de Cuyo se forjó bajo la sombra de estas vides. Encontrándolas en forma de parrales dándole fresca sombra a los patios cuyanos, o plantadas perdiéndose en el horizonte.

El vino se convirtió en la bebida más preciada, en una tierra donde la lluvia era escasa, y el agua para beber dudosa. El vino era higiene, sanidad asegurada. Ya no se trataba de que fuera una bebida para clases altas, y era infaltable en la mesa de cualquier mendocino. Hasta la familia más sencilla tendría su parral, para poder elaborar su vino en casa. De esta manera, el vino, formara parte de la dieta diaria.

Luego, con la modernidad, fueron reemplazadas por las llamadas cepas gringas, vides provenientes de las zonas de Borgoña, Burdeos, la Champagne, regiones italianas y otras regiones europeas. La industria comienza un camino de modernización y refinamiento. Con el correr del tiempo, esta se convirtió en sustento económico de muchas familias, permitiendo la capitalización, la proyección y construcción de obras hidráulicas importantísimas, que permitirían ampliar y mejorar la calidad de los cultivos.

Deja de ser una simple bebida y se transforma en un alimento; descubriendo hoy sus bondades como antioxidante y sus beneficios para problemas cardíacos. En la actualidad, muchos hoteles y spa de lujo utilizan su materia prima para tratamientos relacionados con la salud y el tratamiento holístico.

Una mesa sin vino, seguirá siendo lúgubre como un día sin sol, pero se puede vivir sin vino, aunque se viva desgraciadamente.

El Génesis nos habla del origen divino de la vid, al situar la viña del Señor en el paraíso terrenal. Desde un principio el vino se encuentra con nosotros y transitó junto al hombre en todas sus conquistas, alentando tropas, celebrando, alimentando, inspirando, prediciendo a través de la voz de los profetas, y a veces envenenando.

Noé la salva de la devastación diluviana amparándola en su arca.

El correr de la historia evidencia que la vid es la planta más humana y más codiciada por el hombre desde todos los tiempo. Precisamente por la utilidad de su fruto que nos proporciona el mejor de los alimentos y la más sana y mística de las bebidas.

De allí, que la vid fuese siempre la elegida por los conquistadores, para llevarla consigo y arraigarla junto a sus conquistas y fundaciones, venciendo, en algunos casos, a las condiciones más adversas

Luego, el vino será quien haga de embajador y acompañará el desarrollo sociocultural de aquella comarca. La fama de los grandes vinos junto a los hombres y su historia, lo consagran imperecedero por su condición de la mejor de las bebidas y por sobre todo, por ser el más reconfortante de los alimentos del espíritu.

Nadie en lo terrenal supero la jerarquía mística de la vid y el vino.

Todos los hechos relacionados con la historia del vino han sido inspiradores, e interpretados por los más variados artistas de todos los tiempos, en concepciones líricas, literarias, pictóricas y escultóricas.

Jamás hubo un poeta enemigo del vino, ni creo que lo haya habido. No nos extrañemos encontrar el vino junto a cada paso dado por el hombre; en la mesa de todos los días, celebraciones importantes, o en la soledad e intimidad de nuestra alma.

El vino es la obra admirable del sol, de la tierra y finalmente del hombre. Un gran vino solo se obtiene de zonas con luz radiante y suelos con buen drenaje como Mendoza.

Ningún otro cultivo, pudo ofrecerle a la tierra, el aprovechamiento optimo de los ríos de la cordillera de los Andes, por medio de obras hidráulicas fantásticas construidas en épocas donde la imaginación y las ganas, eran la herramienta más valiosa; claro que el vino compensó con creses la inversión realizada.

Esta magnífica conquista lograda a base de sacrificios y afanes de distintas generaciones, trajo prosperidad, y algo único, nuestra identidad. Esto nos identificará dentro de un mundo en permanente ebullición y fuertes vientos de cambio.

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